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Jueves, 30 Agosto 2012 07:51

PABLO GARCÍA-MANCHA entrevista para el diario LA RIOJA a DIEGO URDIALES "QUIERO TOREAR DESPACIO Y REUNIDO, NO ENTIENDO NI LA VELOCIDAD NI LAS VENTAJAS"

«No quise la música porque quería torear en silencio; sentí aquellos olés tan profundos que no quería que nada interrumpiera el toreo»



Diego Urdiales está físicamente reventado, tiene varias costillas fisuradas y heridas y golpes por toda su anatomía. Sin embargo, se siente profundamente orgulloso de lo que hizo el pasado domingo en Bilbao: «El cuerpo me duele, pero interiormente estoy muy feliz y muy satisfecho de la dimensión que ofrecí, por ser capaz de sobreponerse a la dureza de la tarde y por torear tan despacio; hubo algún natural en el que me abandoné. Eso para mí fue lo máximo».


–Las imágenes de las volteretas son espeluznantes, sobre todo en la del segundo toro con los pitones golpeando en las mejillas. ¿Las ha querido ver?
–No. Tengo los recuerdos muy vivos de lo que sentí en la plaza y quizás lo haga en invierno.

–Le ha sorprendido cómo han reaccionado los medios y los aficionados. Se han leído cosas muy fuertes.
–Es tremendo todo lo que se ha dicho y escrito; la unanimidad es absoluta. No sé si me ha sorprendido porque el año pasado se leyeron cosas también tremendas, pero estoy contento de que trascienda el mensaje que quiero lanzar desde el ruedo. Yo como torero soy como soy, quiero torear despacio y reunido con el toro, no entiendo ni la velocidad ni las ventajas. Tampoco sé disimular nada, aunque a veces me digan que «venda más las cosas». Pero no me sale porque no lo siento. Mi concepto del toreo es la lentitud, la armonía, la búsqueda de lo que yo considero como bello y profundo. Lo demás, sinceramente no me interesa.

–¿Llegaba muy presionado a Bilbao tras no haber logrado lo que esperaba en un año en el que ha pasado por las primeras ferias de la temporada?
–Claro, pero tampoco salí al ruedo atenazado en ninguna de las dos corridas de Bilbao. Interiormente sabía lo que había pasado y que las cosas no se habían dado como esperaba. Eso sí, nunca lo he achacado a la mala suerte, son las circunstancias. Lo que ha sido muy duro es no haber toreado nada casi desde Madrid hasta llegar a Bilbao, tan sólo Dax y Alfaro. Pero es un poco la historia de mi vida como torero. Tampoco me arrepiento de nada en ese sentido. Me he marcado un camino y voy a ser fiel hasta el último momento.

–¿Por qué existe esa comunicación tan especial con Bilbao?
–Es una plaza en la que se respeta al torero al máximo; el toro es muy serio pero el público sabe esperar. Y eso es vital. Desde que debuté siempre me han pasado cosas grandes y llevo tres años seguidos toreando dos tardes en su feria. En Bilbao me siento admirado y eso es precioso.

–¿Pensaba que la corrida de Victorino iba a ser tan dura?
–Es parte de nuestra profesión y el toro de Victorino es muy exigente. Fue dura y ninguno de mis toros fue extraordinario. Pero los tres me dieron algunas opciones y fui capaz de entenderlos. Yo no busco que el toro sea de máxima nota, creo que entre ese astado ideal y el que no te ofrece opciones existe un gran número de toros que permiten hacer el toreo.

–Hubo un momento en la faena del sexto en el que el presidente mandó que comenzara la música y usted dijo que no.
–No quise la música porque quería torear en silencio; sentía aquellos olés tan roncos de la gente que prefería seguir así. Era tan emocionante lo que estaba viviendo que el silencio y los olés de los aficionados me estaban dando alas. Ha sido uno de los momentos más intensos que he sentido como torero en toda mi carrera.

–¿Es usted un torero de arte o de valor?
–Para torear bien hay que tener valor, para torear despacio hay que sentirse artista. Para mí lo uno va unido con lo otro. Las etiquetas son terribles y he huido de ellas siempre. De novillero en una finca de Salamanca y tras un tentadero unos aficionados discutían sobre mi toreo y no se ponían de acuerdo si era artista o valiente. Ellos veían ambas cosas e interiormente eso me hizo pensar mucho.

–Dicen que se pasa los toros tan cerca como José Tomás y que torea con el temple de Morante.
–Es bueno que digan esas cosas. Pero yo creo que toreo como Diego Urdiales. Mi búsqueda es tener un lenguaje propio con el capote y la muleta. Y para sentir el toreo no puedes imitar a nadie. Te fijas en las cosas buenas y las interiorizas para hacerlas tuyas.

–Hay quien piensa que es usted un tipo complicado...
–Para nada, me considero una persona normal y sencilla; lo que sucede es que en demasiadas ocasiones se habla sin conocimiento de causa y sin saber cómo son en realidad las cosas. Busco mi camino, sé que es el más difícil dentro de la profesión, pero eso es absolutamente irrenunciable. Tengo muy claro lo que quiero y lo que no quiero.

–Hay una corriente en la sociedad en la que se piensa que los toros tienen un determinado color político. ¿Qué piensa?
–Es tremendo. Yo soy torero, amo mi profesión, la respeto cada día y me duelen todas esas simplificaciones. Es un arte universal que no entiende de etiquetas ni de colores. Conozco aficionados de todas las tendencias y una gran mayoría que no se identifica con ningún partido de los que gobierna.

–¿Por qué cree que la gente joven no siente apego a las corridas?
–Hay muchas circunstancias, entre ellas lo caras que son las entradas. Esta cuestión pide una reflexión por parte de todos los sectores de la fiesta.

–En Bilbao financió el 50% de las entradas a los jóvenes. ¿Cómo surgió esa iniciativa?
–Lo hablamos con la Junta Administrativa y pusimos la idea en marcha.

–¿Lo hará en Logroño?
–No lo sé, pero estaría encantado.

–Vuelven los toros a TVE. ¿Cómo lo ve?
–Muy bien, creo que era muy injusto el apagón de la tele pública porque hay muchos aficionados que no se pueden suscribir a un canal de pago.

–¿Se le pasa por la cabeza encerrarse con seis victorinos en Bilbao?
–No lo descarto y sé que algún día puede llegar.

«Es tremendo todo lo que se ha dicho y escrito; la unanimidad es absoluta y estoy muy orgulloso»

«No descarto torear seis victorinos en solitario en Bilbao; es más, sé que algún día puede llegar»

 

Pablo García-Mancha. Logroño

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