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Lunes, 26 Agosto 2013 05:51

VISTA ALEGRE, VICTORINOS Y URDIALES: EL CONCILIO DEL TOREO

Ayer sucedió de nuevo. Si el año pasado toda la afición, los propios compañeros y los medios  de comunicación convinieron en que Diego Urdiales había dado una tarde de toros de otra dimensión en cuanto a riesgo, valor, emoción y técnica, en este 2013, la encíclica firmada por el de Arnedo bien pudiera titularse "del toreo eterno en su estadio más puro".

Playito, el primero de Victorino que le correspondió a Urdiales, fue un toro que exigía suavidad, temple y mando, esa difícil combinación que a veces, una vez conseguida, hace que surjan de las gargantas del respetable, ayer más respetable que nunca porque el público estuvo a la altura del acontencimiento, esos olés rotundos que llenan el alma de un torero. De capote ya hubo verónicas cargando la suerte y un remate garboso e intuitivo por la espalda, pero todo suave, sin estridencias y con una lidia muy acorde con las características del astado. Después, la sinfonía de muleta. Playito guardaba un gran pitón izquierdo y por allí surgieron unos naturales tan despaciosos y templados, que posiblemente hayan sido los más caros de toda la feria bilbaina. También hubo buenas series por el derecho aunque el toro no era tan franco por ese lado; molinetes, pases de pecho, trincheras y un final de faena genuflexo en el que hubo muletazos de una hondura y un trazo estético inigualable que pusieron al público en pie. Al final pinchazo hondo entrando a matar por derecho y tarascada sin graves consecuencias por quedarse en la cara del toro intentando ganar centímetros a la profundidad del acero. Tras el descabello el premio de una oreja de mucho peso que no es sino una mera estadística y que no define ni remotamente lo que se ocurrió ayer en el coso bilbaino.

El quinto, segundo de Urdiales, era una prenda marca de la casa Victorino: mirón, reservón y cazador, al que torero tragó todo lo que pudo y más, sabedor de que lo único que podía hacer es intentarlo y terminar la faena doblándose por bajo con él, consiguiendo nuevamente altas cotas de clasicismo que el público valoró y ovacionó  tras el arrastre del toro.

Ayer Diego Urdiales Hernández, una vez más, puso de acuerdo a todos.

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