Jueves, 24 Agosto 2017 05:54

DIEGO URDIALES VUELVE A DICTAR SU TOREO ETERNO EN BILBAO

Foto: Carmelo Bayo Foto: Carmelo Bayo Foto: Carmelo Bayo

Diego Urdiales cortó una oreja ayer en la primera de sus dos comparecencias en la Semana Grande bilbaína. Fue en su segundo toro, un ejemplar de Victorino Martín, al que cuajó desde el saludo inicial por verónicas hasta la faena de muleta en la que brotó la torería añeja del tortero de Arnedo...

 

ASÍ LO CUENTA: Zabala de la Serna en "El Mundo"

A Diego lo recibieron en su plaza con una calurosa ovación. El largo y cuajado cárdeno de la A coronada fue como un jarro de agua fría. Como en los corrales matutinos, se negó a pasar. En el capote quedándose por debajo y en la muleta sin irse de la suerte. Correoso, duro y avisado. Diego le cambió los terrenos en actitud de brega. Y le abrió faena sobre las piernas, castigador, muy torero. Cuando planteó las cosas con rectitud por una y otra mano, la violenta respuesta dinamitaba la composición. Los derrotes como ganchos al pecho y a los costados. Perseguía a la presa además. Ni modo. La resolución por la cara, el macheteo y los viejos recursos abreviaron el sufrimiento.

Diego Urdiales talló al veleto cuarto cinco esculturas a la verónica con eco de antiguos lances. Urdiales regaló una faena que hundía sus raíces en el más puro clasicismo. Afianzó al victorino en sus nobles virtudes. De mejor humillación en los embroques que en los finales, el trato a favor lo potenció. La derecha enseñó el camino del temple. Y la izquierda explotó con el peso de lo auténtico. El pecho, la cintura, el mentón. Urdiales toreaba con el cuerpo y el alma fundidos. Perdiendo pasos para oxigenar la embestida y moldeándola con la eternidad del compás. Torear a compás. Esa cosa. El toreo de cadera a cadera y más allá. Rugía Vista Alegre con ronquera torrencial. En redondo, una serie ligada estalló como un volcán. Qué barbaridad. El victorino ya se quería ir. Apuró Diego la torería. Como una necesidad. Incluso entre las rayas a faena vencida. Un pinchazo en mala zona, una estocada desesperada. No se podía escapar el triunfo. Y no se fue. La oreja congraciaba a Bilbao con una tauromaquia perdida.

Crónica completa: http://www.elmundo.es/cultura/toros/2017/08/23/599dd36bca474139338b4637.html

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